
En “Voluntariado al servicio de la misión”, Sonia Olea relataba su experiencia de misionera laica, como miembro de OCASHA-Cristianos con el Sur, en Chile. Año 1997, su destino: Germán Riesco, un barrio de chabolas en el que se establecieron ella y su marido, Arturo Gallego, y su hijo Asier de sólo seis meses. En ese lugar nacerían sus otros dos hijos Alejandro y Ana Eva.
Desde el corazón contó su experiencia misionera de “estar” y acompañar, en un barrio de muchísima pobreza y necesidad, donde su marido Arturo, matemático de profesión, y ella, abogada, vivieron en las mismas circunstancias que sus convecinos. Sonia explicaba su experiencia como misionera desde tres palabras: gratuidad, no sólo por no cobrar sino por el hecho de estar siempre disponible para quien llamara a la puerta; libertad; y austeridad. Sonia, activa luchadora por los derechos humanos, que pudo ver lo peor y lo mejor, que llegó a demandar a Pinochet, considera que, si la recuerdan en Germán Riesco es por haber estado cosiendo como una mujer más del lugar, sentada en una silla en la puerta de su casa, por haber orado con ellos y compartido la Palabra de Dios. Aunque hubo momentos duros en esta experiencia, Sonia y su marido consideran que este mirar al mundo con los ojos de Dios que “te fastidia la vida entera”, es la gran herencia que dejan a sus hijos. Hoy es responsable de la Campaña de Personas Sin Hogar de Caritas, un compromiso continuación de su ser misionera laica
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