Así se jactaba Asier ante sus compañeros de instituto de haber sido misionero en una de las zonas más pobres de Santiago de Chile, con apenas unos meses de vida. Su madre, Sonia Olea, lo contó en la Asamblea Nacional de responsables de la animación misionera en España, que tuvo este año como tema de reflexión, el voluntariado misionero.

El voluntariado misionero es un fenómeno
creciente en los últimos años, que está contribuyendo a la nueva evangelización
tanto en los países de misión como en nuestros países occidentales. Sonia lo
explicaba con un ejemplo sacado de su propia familia, donde después de la
resistencia inicial de los abuelos, hoy son capaces de decir a sus hijos que
haber sido familia misionera “es el mejor regalo”, que han hecho a sus nietos.
Una de las características del voluntario
misionero es la “gratuidad”, que para Sonia se mide no tanto por no percibir
salario cuanto por estar “disponible” en cualquier momento. Desde otro punto de
vista, la gratificación económica rompe la relación de “voluntario”, según
comentó Fernando Giménez, vicesecretario de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal
Española (CEE), invitado a pronunciar la conferencia de clausura sobre el tema
“Los bienes económicos al servicio de la misión”. Respecto a la identidad de
este tipo de voluntariado, directamente encaminado a la evangelización, Giménez
disolvió la contraposición con el voluntariado asistencial, afirmando que nada
es “más asistencial” que dar esperanza al desesperado.


Finalmente, durante la Asamblea ha habido una
coincidencia en la importancia que tiene este “semillero” del voluntariado
misionero para las vocaciones misioneras “ad vitam”. Como dijo el delegado de
Misiones de Pamplona, José María Aicua, “las almas de Dios han sido cultivadas
por almas de Dios”.
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