Las manos de María Chacha son suaves como un
papel de calcar.Las mueve deprisa para seleccionar los capullos más grandes y
con delicadeza para desenvainar
perlas
doradas: uvillas semimaduras. María es la mano derecha de la ingeniera
responsable
del centro de acopio de uvillas, enclavado en el valle de Machachi,en las
estribaciones del Cotopaxi (con sus 5 943 metros es el
volcán activo más alto del mundo). La mujer, de 28años, se ocupa de organizar
el trabajo de las mujeres que laboran en
Tankay, en la hacienda Puichig, una empresa social vinculada a Cáritas
Ecuador, que
desde
el 2010 gestiona 35
hectáreas de la Arquidiócesis de Quito para producir uvilla
con calidad de exportación. La elección de la uvilla para el proyecto tiene dos
motivaciones: por un lado, es un fruto originario de los Andes, adaptado al
entorno y con importantes
propiedades
nutritivas; y, por otro, su cultivo es intensivo en mano de obra: Tankay crea
oportunidades de trabajo. Cuarenta y cinco personas laboran en el proceso de
siembra, cosecha, clasificación y empaque, para lograr seis toneladas de
producción semanal. En
la mayoría
de procesos hay mujeres, como María Paca, originaria de Palmira, en la provincia
de Cotopaxi. La joven es soltera, de 23 años, y vive cerca de Machachi con su
hermana, quien también labora en la hacienda. A diferencia de ellas, María
Chacha vive
cerca
de la hacienda. Cada jornada prepara a su hijo mayor, de 12 años, para llevarlo
al Colegio Técnico Agropecuario Genoveva German, que también se encuentra en la
hacienda Puichig. El menor, de dos años y con síndrome de Down, lo acompaña en ocasiones
pero la mayoría de días va a la guardería. Él participa en un programa de
estimulación temprana impulsado por la Cruz Roja Ecuatoriana. María Chacha
destaca de su trabajo, luego de tres años en el proyecto, que “me siento
valorada y respetada por mis jefes”; y que se ve a sí misma progresando: “Mi
papel en la empresa es importante”.
Las
trabajadoras de Tankay son la razón de ser de la empresa. Para Cáritas, no se
trata solo de obtener un buen producto y de encontrar un mercado. En Tankay se
busca dar oportunidades de trabajo digno a mujeres que luchan día a día para
sostener sus hogares.
“Con
nuestro salario ayudamos económicamente a nuestros papás”, refiere María Paca.
Ella y su hermana son una muestra de la inmigración indígena al valle de Machachi.
Sus padres aún viven en su comunidad natal. María Paca, creyente, comprometida
y alegre, forma parte del equipo que cuida que las matas de uvilla se desarrollen
en la plantación.
Entre
el ‘ejército’ de jornaleras se destaca el trabajo en equipo, los espacios culturales
de desarrollo y el aprendizaje integral. Cada una de las mujeres es vital,
desde las recolectoras de frutos (cada uvilla tiene un peso de entre 8 y 12 gramos) que cosechan individualmente
y de forma manual, llenando cestos plásticos entre las hileras de la
plantación, hasta las separadoras de frutos como María Chacha, quien mantiene
sola a sus dos hijos, o las empacadoras, que vestidas de blanco certifican la
calidad de la cosecha.
TONI CARRERAS
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